Entrar en el viejo búnker nuclear en Estocolmo donde están guardados los secretos de WikiLeaks es como pasar a otro mundo surrealista, a medio camino entre el planeta Tierra y el ciberespacio.
La entrada desde la calle casi no se ve. Es sólo una puerta en un muro de roca.
Sólo una fracción de los archivos ha sido difundida.
Si se pulsa el timbre y se te invita a pasar, las puertas de cristal se abren y puedes entrar en un mundo de iluminación suave, a lo James Bond. Hay puertas de alta seguridad que sólo se abren cuando la puerta detrás de ti se ha cerrado y se necesitan pases especiales para atravesar cada pequeño tramo dentro de la caverna.
También hay fuentes con cascadas y plantas en macetas porque aquí trabajan personas, observando los monitores de la sala de control.
Una de las alfombras tiene dibujada la superficie de la Luna, para aumentar el efecto surrealista.
Guerra Fría
Y luego están los servidores, en una cueva subterránea, con paredes de roca desnuda, por debajo de las casas de madera de Estocolmo. En la caverna interior hay filas y filas de cajas de computadoras.
Un mundo subterráneo y a media luz, como una película de James Bond.
En una de ellas están los archivos de WikiLeaks, sólo una parte de los documentos que hasta ahora se han hecho públicos y han avergonzado a aquellos políticos que alguna vez le dijeron algo indiscreto a un diplomático estadounidense, sin pensar que sus palabras saldrían a la luz.
El centro de datos es propiedad de la empresa Bahnhof y su fundador, Jon Karlung, le dio un paseo a la BBC por el lugar. Karlung tomó ese el lugar, utilizado durante la Guerra Fría, en 2007 y tuvo que dinamitar unos 4.000 metros cúbicos de roca para hacerlo lo suficientemente grande.
Es ultra seguro y requiere turbinas de submarino -justo en la entrada- para generar suficiente energía como para mantener el lugar en una temperatura templada, aún en el crudo invierno sueco.
Servicio postal
Pero la amenaza aquí para los datos no es el robo físico -nada de ladrones con armas de fuego, que tendrían una difícil tarea- sino el ciberataque.
Karlung dice que monitorean el tráfico dentro y fuera del centro. Pero aseguró que sería ingenuo pensar que nadie trataría de entrar, así que tienen los datos de WikiLeaks en un canal separado - su propia tubería de datos, por así decirlo.
¿Le teme a la ira de Estados Unidos por guardar en estas instalaciones semejante información?
"Nuestro papel es mantener el servicio activo. Estamos en Suecia, este servicio es legal en Suecia y tenemos que servir a nuestro cliente", dice.
Jon Karlung defiende su actividad.
"Debemos hacer todo lo que está en nuestras manos para mantener el servicio activo. Creo en la libertad de expresión".
Asegura que este centro de datos es como un servicio postal. No puedes recriminarle al cartero el contenido de la carta. Ni puedes abrir las cartas si eres el cartero.
Lo mismo ocurre con los servidores. "Nosotros debemos ser capaces de ayudar a WikiLeaks a operar sus servidores mientras que no estén violando ninguna ley", dice Karlung.
"Ese principio es el más importante".
viernes, 10 de diciembre de 2010
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