domingo, 19 de diciembre de 2010

En busca del magnetismo de los océanos


Un equipo de científicos europeos intentará medir el movimiento de los océanos siguiendo únicamente su fuerza magnética.
Para llevar a cabo este estudio los investigadores tienen previsto lanzar al espacio tres naves supersensibles -llamadas Swarm- en 2012.

Las señales magnéticas de las corrientes oceánicas fueron observadas con anterioridad, pero esta nueva misión busca obtener muchos más detalles.

Se espera que la iniciativa provea información adicional sobre cómo los océanos distribuyen el calor alrededor de la Tierra, dato que resulta clave para entender el clima.

"Cuando el agua salada de los océanos circula por el campo magnético de la Tierra, se genera un campo eléctrico, y este campo eléctrico genera a su vez un campo magnético", le explicó a la BBC Hermann Lühr, científico del Centro Alemán de Investigación de Geociencia (GFZ) e investigador líder del Swarm.

"Esperamos poder medir las corrientes oceánicas, que son tan importantes para la dinámica del clima, porque los los océanos transportan una gran cantidad de calor. La misión alemana Champ fue la primera en ver la señal de las corrientes, pero con Swarm queremos tratar de monitorearlas", agregó.

Desafío
Tierra

La misión Champ fue la primera en detectar el magetismo asociado a las corrientes oceánicas.

La nueva misión es uno de varios proyectos innovadores que la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) está discutiendo esta semana en la reunión anual de la Unión Americana de Geofísica, el encuentro de mayor envergadura de los científicos especializados en ciencias de la Tierra.

El campo magnético de la Tierra está generado en su mayor parte por la convección del hierro fundido dentro del núcleo externo líquido del planeta, aunque hay otros componentes que contribuyen a la señal, entre los que se incluye el magnetismo retenido dentro las rocas.

El objetivo de Swarm es investigar todos los componentes. Pero aislar la pequeña parte que genera el movimiento de los océanos será, probablemente, uno de los mayores desafíos, explica Mark Drinkwater, del departamento de observación del la Tierra de ESA.

Es como buscar una aguja en un pajar, pero el modelo que usamos, demostró que puede ser posible, dijo el investigador.

Esto significa que la nave debe ser construida con sumo cuidado, para minimizar al máximo posible el magnetismo generado por el mismo satélite, y de forma tal que que permita entender la interferencia que puede estar provocando.

Interferencias
Tierra. Foto: GFZ

Los satélites, aún en construcción, parecen ratas mecánicas gigantescas de largas colas.


El campo magnético está formado por varios componentes, incluido el magnetismo contenido en las rocas.

Éstas las cumplen la función de mantener a los sensibles instrumentos del Swarm lejos del "ruido" electrónico que se produce en el cuerpo de la nave.

Cada componente del satélite fue sometido a una serie de pruebas. Incluso el pegamento que une las diferentes partes debió ser revisado, ya que cualquier rastro de material ferroso en el pegamento puede interferir en las medidas que toma el satélite.

La nave Champ salió de órbita y se desintegró en el espacio hace poca semanas. Los investigadores descubrieron por primera vez en 2003 que este satélite podía notar el sutil campo magnético generado cuando las aguas de la Tierra se movían bajo el bajo el campo de atracción magnético de la luna. Esta señal fue clara por su patrón regular.

Sin embargo, captar las señales más complejas de las corrientes oceánicas es una tarea mucho más difícil.

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